Hoy es domingo, nuestro último día. Pero, no por ser el último, iba a ser menos intenso. De hecho, desde entonces no he recuperado la voz…
La Salina San Vicente (http://www.salinasanvicente.es/), junto a sus jardines y restaurante, nos esperaba impacientes, llena de nuevos contactos y networking en su interior. Representantes de Paradores, Benalup Resort, el Palacio de Congresos de Cádiz, Sancti Petri, receptivos y agencias como Carnavalea, tenían muchas ganas de conocernos y así entablar relaciones de negocio, teniendo la oportunidad de introducirnos a su “querida tierra” con toda clase de mimos.
Pero, para mimos, los que recibimos con las canciones de las Chirigotas. Desde románticas hasta divertidas, todas ellas con unas voces espectaculares y rimas muy originales. Y, para nuestra sorpresa, llegaba el momento de demostrar nuestras facetas más “cantarinas”. Debíamos repartirnos en dos grupos para así empezar una lucha amistosa y saber quién cantaba, se movía y representaba mejor la canción que proponían los chirigoteros expertos.
Con el pito de carnaval en mano, y alguna que otra peluca, gafas y narices para “entrar en ambiente”, cantábamos “cuplés” (pareados y estribillos que se corean), al son de la guitarra. Pero, fuimos todos tan buenos y cantamos tan bien, que no pudieron elegir a un ganador: así que ganamos todos y nos repartimos los premios.
Después de cantar y bailar, y sobre todo alegrarnos el día de forma tan singular, emprendimos el tour por las Salinas. Su origen viene de los Fenicios, que las cavaron hace 3.000 años, debido a que observaron que el terreno arcilloso era bueno para conservar la carne y el pescado que después llevarían al Líbano y otros países, con sus barcos. También es impermeable y la sal se mantiene arriba. El ciclo de la sal dura un año, cuando la marea está alta se repone el agua y ahora en septiembre se recoge la recolecta hasta mediados de noviembre. En verano se cosecha.
La estructura está casi intacta desde hace 2.000 años y es la única salina de Cádiz de la que se sigue sacando la sal “a mano” y de la manera tradicional. Esta salina se mantiene a 8 grados baume, donde los peces que hayan entrado ya no podrían vivir en otra gradación, por la ósmosis.
Llegaba la hora de la comida y, como también cuentan con su propio restaurante, tenían los propios pescados de las salinas listos y preparados para nosotros, recién pescados.
Todavía recuerdo su sabor y textura: únicos. Varios repitieron y no eran precisamente pequeños…
Pero lo que más me gustó, sin duda, es que toda ella está regida y llevada por una familia, cada uno poniendo su mejor parte: desde cocineros hasta pescadores, desde recogedores de sal hasta la gerencia… Todos ellos hacen que te sientas como en casa.
Nuestro día y viaje terminaba cantando todos juntos de karaoke…
¿Qué mejor forma para terminar un viaje?
Luisa Koefoed
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