A mí no me gusta el dinero en efectivo. De hecho, prácticamente nunca llevo dinero en mi cartera. Más de una vez he tenido que pedir prestado un euro a algún compañero de trabajo para sacar una bebida de la máquina de Vending, porque aún no tenemos la opción de pago contactless en dichas máquinas. Me parece mucho más práctico sacar mi tarjeta de débito o de crédito para efectuar pagos o, más rápido y cómodo aún, pagar por NFC a través del móvil.
Pero, ¿es posible un mundo sin dinero en efectivo? Y, ¿es beneficioso para todos los sectores de la sociedad que sólo haya pagos electrónicos? Las políticas monetarias y la legislación europea en los últimos años han ido encaminadas a este fin.
Los argumentos para eliminar el dinero en efectivo son múltiples: ayuda a combatir la corrupción, la economía sumergida y la financiación del terrorismo y la delincuencia. Promueve una recaudación fiscal más eficaz. Pero también estimula el desarrollo económico y genera menos costes para particulares, empresas e instituciones, ya que el dinero en efectivo genera un coste más alto de producción, mantenimiento y gestión que otras metodologías de pago. Mejor aún, en un comercio ya no hace falta cuadrar la caja al finalizar el día y llevar el dinero al Banco. Queda todo contabilizado y registrado de forma electrónica.
Sin embargo, también hay que tener en cuenta los inconvenientes de basar todas las transacciones económicas en pagos electrónicos. Un mundo en el que sólo fueran posibles pagos digitales limitaría la libertad los ciudadanos. Por ejemplo, el derecho de los ciudadanos a la privacidad de sus pagos.
¿Son los pagos digitales un método eficaz para evitar el dinero en negro? Ya han surgido otras opciones, como el uso de las criptomonedas, ese dinero digital que no está supervisado por los bancos centrales y que hoy en día ya es una alternativa de remuneración para todo tipo de transacciones económicas no controladas.
¿Qué pasaría con los ciudadanos que no tienen acceso a la banca, los sectores más vulnerables de la sociedad? La economía de los pequeños comercios, pero también de los más pobres está basada en los pagos en efectivo. ¿Y cómo implantar esta forma de pago en aquellas partes remotas de países que no tienen acceso a la tecnología y a internet?
Hay otros riesgos que conlleva un sistema monetario íntegramente basado en transacciones electrónicas. Por ejemplo, el hecho de que un ciberataque por parte de hackers o delincuentes informáticos pueda poner en jaque a la economía de todo un país. ¿Y qué pasaría en el caso de un fallo informático general?
Por comodidad, por eficiencia y porque el progreso tecnológico es imparable, los pagos electrónicos cada vez se impondrán más. Pero en esta evolución cada país hará bien en analizar hasta qué grado de digitalización puede avanzar desde una perspectiva socioeconómica y qué medidas debe llevar a cabo para paliar posibles brechas de seguridad en un mundo principalmente digital.
Jessica Puttman
Marketing and Communications Director
Diners Club
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