Los últimos años que hemos vivido han sido especialmente intensos para nuestra querida industria turística, que, a pesar de todo, ha demostrado una vez más ser sólida y estar compuesta por profesionales altamente cualificados.
Además, ha estado más que capacitada para reactivarse tan pronto como se fueron relajando las restricciones a la movilidad, que en aquellos momentos no nos permitían que nuestra actividad pudiera recuperar la normalidad que todos necesitábamos.
Lejos de permanecer en la queja y el lamento, me alegra mucho ver cómo los que componemos esta industria nos hemos puesto rápidamente “manos a la obra” para seguir haciendo lo que mejor sabemos: facilitar a las personas que puedan seguir viajando, ya sea por motivos de ocio o negocio.
No sabría decir, cómo tantas veces se ha repetido, si salimos o no reforzados, pero de lo que sí que estoy seguro es de que salimos siendo mejores profesionales que antes. No nos ha quedado otra que adaptarnos a un entorno desconocido, que no dejaba de cambiar constantemente y que nos obligaba a mantener la calma a la hora de tomar decisiones complicadas.
Pero, al mismo tiempo, nos empujaba a ser tremendamente ágiles y flexibles para adaptar nuestro negocio a las condiciones cambiantes para seguir siendo competitivos.
Me siento orgulloso de formar parte de una industria en la que una empresa como en la que trabajo, ha sabido sobreponerse a una pandemia y afrontar los diferentes retos que han supuesto para el sector la falta de stock de microchips, con la consiguiente reducción de flota y un ciberataque en mayo que, aunque nos tuvo alerta, conseguimos neutralizar. Por todo ello siento que nos hemos matriculado con honores en un MBA que ninguna escuela de negocios nos podría ofrecer.